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Si eres parte del problema, eres parte de la solución

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Autor: Santiago Scheele

“No podemos resolver problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos.” Albert Einstein

Todos tenemos objetivos

Todos tenemos objetivos: desarrollarnos profesionalmente, mejorar nuestras relaciones personales, disfrutar de una vida más equilibrada, gestionar mejor nuestro tiempo, llevar a cabo nuevos proyectos, sentirnos seguros y capaces para adaptarnos a los continuos cambios de nuestro día a día, etc.

En nuestro recorrido nos encontramos con caídas, obstáculos, dificultades y retos imprevistos, que nos permiten seguir aprendiendo, potenciar nuestras habilidades y descubrir nuevos talentos.

Si eres parte del problema, eres parte de la solución

Un problema es una situación a resolver, una oportunidad de encontrar nuevas soluciones para los retos del presente y del futuro. Sin embargo, cuando nos sentimos incapaces de dar respuestas, cuando respondemos de la misma manera aunque no nos funcione, cuando evitamos, endosamos, reaccionamos por impulsos sin acierto o nos bloqueamos paralizados, entonces nuestra situación a resolver se puede convertir en un PROBLEMA.

Cuando nos encontramos ante un PROBLEMA, éste nos impide ver con claridad, ser objetivos e incluso comenzamos a empeorar nosotros mismos nuestra situación, con lo que hacemos o lo que dejamos de hacer.

Puesto que nos sentimos cómodos en el terreno de lo conocido y huimos de lo que nos genera alguna alteración emocional, seguimos haciendo más de lo mismo, convirtiéndose así la solución en problema. Para salir de estas situaciones es necesario asumir que somos parte del problema, para así poder ser parte de la solución.

El A, B, C para la solución de problemas

Las fases o etapas que podemos seguir para afrontar la resolución de un problema son las siguientes:

  1. Hacerlo operativo. Definir cómo funciona el problema: cuáles son las personas implicadas, las que se ven afectadas, las relaciones entre ellas, cuándo sucede, en qué entornos, con qué frecuencia, la previsibilidad, cómo se ve el problema desde otro punto de vista, etc.
  2. Escenario ideal. Describir el escenario ideal una vez hayamos resuelto el problema: las evidencias, los cambios en nuestras rutinas, acciones, procesos incluso los cambios en nuestros sentimientos, en el de las personas de nuestro entorno, clientes, etc.
  3. Soluciones intentadas. Hasta ahora, lo que hemos hecho para solucionar el problema, valorando cuál de estas alternativas han funcionado y cuáles empeoran la situación como palos que nos ponemos en nuestras propias ruedas.
  4. Definir y aplicar la estrategia. En este punto toca planificar las acciones estratégicas y para ello hemos de tener muy en cuenta la lógica que sigue nuestro problema (esto lo veremos en otro momento), es decir, si sigue una lógica ordinaria o una lógica no ordinaria. No es lo mismo que el problema exista porque el objetivo no está definido o porque la estrategia no es clara a que de fondo haya un conflicto entre las partes o un problema de comunicación.
  5. Retroalimentación. Evaluar y medir el éxito de la estrategia. Evaluaremos los efectos de la aplicación de la estrategia que hemos definido, atentos a la información para poder introducir correcciones, mantener lo que funciona y cambiar lo que no. Corregir el tiro si es necesario.
  6. Integrar el aprendizaje. Una vez tenemos pruebas cuantitativas y cualitativas de que hemos resuelto el problema implementando una nueva solución, ahora debemos desgranar el proceso de aprendizaje que ha hecho la persona individual o el grupo para generar conocimiento y autonomía.
  7. Repetición + repetición = hábito. Para que algo se convierta en espontáneo es necesario crear automatismos, es decir, cuando hacemos algo sin pensar que lo estamos haciendo, y esto solo se consigue con la repetición o el entrenamiento.

Por lo tanto, aunque parece que la corriente actual nos lleva más a pensar en positivo y en objetivos, no podemos olvidar que a veces resulta más eficaz partir de un enfoque centrado en problemas, pudiendo así frenar o bloquear lo que hacemos que crea, mantiene o empeora la situación, allanando así el camino para introducir nuevas soluciones.

Y tú, qué tienes delante, ¿un problema a resolver o un objetivo de mejora?