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Entrevista a Gon Campos. Coach de adolescentes, ex-alumno y colaborador de D’arte

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Autor: Jesús Mª Martínez del Rey

“Creo firmemente que, como dijo Aristóteles, somos felices cuando hacemos algo que nos conduce a algo que queremos.”

Quien así se expresa es Gonzalo Campos, un bonaerense que aterrizó en Madrid en 2001. Desde entonces, trabajó en Ventas y desarrollo de equipos humanos para multinacionales como Colgate-Palmolive y L´Oréal, entre otras. Estudió Ciencias de la Comunicación Social en la Universidad de Buenos Aires y trabajó en radio, televisión y como columnista en medios gráficos. Tuvo su primera experiencia comercial vendiendo enciclopedias a puerta fría y a comisión, sin sueldo fijo. Así estuvo tres años.

Gonzalo Campos, Gon, como gusta que le llamen, es Especialista en Coaching con Inteligencia Emocional y Programación Neurolingüística, en la 7ª Promoción de D´arte  y Practitioner en PNL.

“Creo que encontrar el punto de unión entre aquello que te gusta y aquello que se te da bien es clave. A veces llevamos nuestra vida, en el mejor de los casos, por uno de los dos caminos. O elegimos dedicarnos a aquello que nos resulta fácil, o cómodo, o sólo buscamos que lo que hacemos nos guste (o al menos no nos disguste) y no nos escuchamos, o no nos conocemos lo suficiente como para descubrir con qué habilidades contamos y encaminarlas hacia la pasión que, según mi opinión, todos tenemos.”

Esta idea, sugerida por Ken Robinson desde su libro El Elemento, unida a su propia vivencia, llevaron a Gonzalo Campos a querer trabajar como coach de adolescentes. Abandonó la casa paterna cuando tenía quince años, una decisión que dice no recomendar abiertamente, y que “desde luego no deseo para mi hijo”, dio un giro a su vida, y trajo consecuencias de distintos colores. Una de ellas fue descubrir que conecta de manera natural con personas adolescentes, con sus motivaciones, miedos y sueños.

¿Cómo es un proceso de coaching con un adolescente?

 Los chicos y chicas que llegan a mí, en su mayoría, vienen por decisión de sus padres, quienes normalmente además pagan las sesiones. Esta es, desde mi punto de vista, la diferencia más importante en relación con procesos de coaching con adultos. El objetivo con el que llegan padres y madres no es, necesariamente, el mismo que tienen sus hijos e hijas, al menos no el objetivo más inmediato, el que suelen verbalizar. “Mi hijo va fatal en los estudios, a ver si le puedes ayudar”, o “se ha vuelto una irrespetuosa, está todo el día haciendo el vago, confío en que con estas sesiones empiece a centrarse” son comentarios reales y frecuentes. Mi desafío es que todas las partes implicadas tomen conciencia desde el principio de su posición, de sus responsabilidades, competencias y del rol que ocuparán durante el proceso y que, desde allí, se alineen los objetivos y se determine cómo se medirá la consecución de dichos objetivos, el éxito o no del proceso. Con esto siempre presente, la mayoría de las veces, los padres llegan a entender lo que por otra parte ya saben: forzar a sus hijos para que cumplan lo que ellos quieren no les ha resultado y por eso están hablando con un coach. Los hijos se dan cuenta también de que, al final, no están tan lejos de los objetivos de los padres y que éstos solo buscan, de la manera que conocen, de la que aprendieron, como pueden, la felicidad de sus hijos. 

¿Tiene alguna característica especial la relación coach- adolescente?

Trabajando con adolescentes y sus familias y sus relaciones, comencé a darme cuenta de que muchas veces terminaba derivando casos que, desde el coaching, entendía o sentía que no era capaz de afrontar. Aún sigo derivando algunos, en particular si detrás hay alguna patología o bloqueo que entiendo deba tratarse en entornos psicológicos o psiquiátricos. Sin embargo, creo que otros coachees simplemente llegan a nosotros con problemas, miedos, objetivos más o menos claros y que podríamos trabajar mejor teniendo mejores herramientas. Así fue como pensamos en desarrollar un curso completo que enseñara estas herramientas y que dictaran los mejores profesionales que a día de hoy existen en cada disciplina en nuestro país.

¿Puedes avanzarnos algo más de este curso?

Coaching de relaciones es una especialidad dirigida en particular, aunque no en exclusiva, a coaches, terapeutas y formadores, básicamente a profesionales que quieran aprender prácticas concretas para trabajar con distintos tipos de relaciones: de pareja y sexuales, laborales,  familiares, etc.  Hemos desarrollado contenidos concretos que hemos dividido en seis módulos, que se impartirán durante dos meses, sumando noventa horas de formación. Habrá un módulo completo que hemos llamado Padres e Hijos. En él trabajaremos elementos y dinámicas útiles, desde mi punto de vista imprescindibles, de cara al coaching con adolescentes y su entorno, en la nueva y chulísima página web de D´Arte se pueden consultar los contenidos. En cada módulo habrá además dos monográficos en los que iremos a temáticas más específicas- como por ejemplo el trabajo con familias y niños diagnosticados con altas capacidades- y veremos también claves de trabajo para desarrollar en entornos de pareja (eneagrama, mecánica cuántica) y laborales, como pueden ser las constelaciones organizacionales. Creo de verdad que con la preparación profesional que brinda esta especialización podremos llegar a personas con particularidades y objetivos que hasta ahora buscaban soluciones en entornos fuera del coaching. Desde mi perspectiva es un paso hacia adelante en nuestra profesión. 

Es patente el interés y la importancia que provoca en Gonzalo Campos la relación, ese hilo invisible que une a dos personas, después que otro hilo nos haya conectado con nosotros mismos. Es por eso ruega a quien realiza esta entrevista que explique que en sus respuestas “he utilizado genéricos plurales (hijos, padres) para referirme a hijos e hijas y padres y madres.”

Gonzalo Campos, coach de adolescentes. En singular.